Hans Morovec finalizaba su metáfora predictiva sobre los avances de la IA y su impacto en el trabajo, las empresas y la sociedad, diciendo que:
Viendo la evolución previsible, mejor ir preparando ya de una vez Arcas de Noé para poder dejar las cimas de las montañas donde habitan las profesiones y habilidades menos robotizables. Porque es inevitable que también muchas van acabar sumergidas en pocas décadas. Y prepararnos para iniciar una vida marinera porque ya no quedarán valles no sumergidos por la IA.
Con la vista puesta en el próximo par de décadas, parece ser que lo mejor que podemos hacer a nivel individual y como empresas es:
#Empoderarnos
#Ayudar a empoderar a los demás, también en nuestros equipos y empresas
Si no queremos acabar fuera de mercado, tanto empresas como personas, siendo desplazados por empresas con altísima inversión en maquinaria y robótica y poquísimo personal o perdiendo el trabajo y pasando a cobrar una renta básica de mínimos.
Hay un Plan B, a la par que seguimos actualizándonos en tecnología, y que es :
#Desarrollar más y más la inteligencia emocional,
#Utilizar más y más los conocimientos de la neurociencia y aplicárnoslos a nuestros comportamientos personales y organizacionales.
#Utilizar más el hemisferio derecho y llegar así a equilibrar los dos hemisferios cerebrales y ser mucho más empáticos, intuitivos y holísticos.
#Y potenciar la inteligencia del corazón, el siguiente eslabón a la inteligencia emocional
No son patrañas ni ciencia ficcción. Ya hay base científica y médica, como la neurocardiología y la neurociencia, que certifican estos avances.
A no ser que prefiramos creer que todo esto son patrañas, teorías de la conspiración o ciencia ficción en la que creen Elon Musk y toda una saga de miles de científicos que son considerados como la escuela Positiva de la IA. Lo son porque creen que aún estamos a tiempo de que los cambios de la IA pueden ser modelados positivamente si actuamos. Cambios que están convencidos de que ocurrirán sí o sí en el plazo de unas pocas décadas más.
Si no hay Plan B ya sabemos lo que nos toca (sobre todo a nuestros hijos): escasez de trabajo, competencia con una población mundial mucho más numerosa, competencia con los mismísimos robots, sueldos muy bajos o una renta mínima universal de subsistencia y todo lo que pueda sugerirnos este escenario.
El Plan B es una grandísima oportunidad de potenciar nuestra humanidad.
Sabemos desde hace tiempo que hemos aprendido a utilizar un % bajísimo de nuestras potencialidades como humanos y hacerlo nos puede conducir a un nuevo esplendor y renacer con mucha mayor creatividad, innovación, intuición, capacidades de colaboración casi telepáticas etc…
¿Seguimos infrautilizando nuestras capacidades o actuamos y preparamos las Arcas de Noé?
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