Terminábamos el anterior artículo diciendo que la batalla por la salud mental se juega primordialmente en el campo de las emociones, de los valores, de las actitudes, de la autenticidad. No en el campo de lo cognitivo! Desde la mente es complicadísimo superar un problema de salud mental.
Necesitamos de los otros, de una conexión con algo y alguien, sentirnos “parte de”.
Y todo esto forma parte de la fortaleza y de la madurez psicológica que los expertos empresariales ya empiezan a considerar como importantísima para poder vivir positivamente la distancia, la incertidumbre continua, el “always on” (estar siempre en modo -on) , el trabajo en remoto o el teletrabajo de forma seguida y continua.
Para cuándo el fin de verdad del individualismo
Grandísimos expertos de la consultoría empresarial como Yves Morieux, director de BCG, nos dicen que la productividad y el “engagement” vienen cayendo desde hace décadas. Ni la automatización ni internet los han mejorado. Seguramente porque los entornos son más y más complejos. Y en muchísimas empresas en lugar de buscar sistemas abiertos de colaboración se sigue insistiendo en formas de trabajo de productividad individual, que es como se repartía y medía el trabajo en una cadena de producción.
Se viene insistiendo en medir “performances” individuales y hacer “appraisals” individuales y aunque muchas veces no sea la intención, en el fondo lo que se está haciendo es perpetuar liderazgos competitivos. Así como agravar causas radicales de la mala salud mental como son el aislamiento y la forma de trabajo competitiva, opuestos a la colaboración y la cooperación.
Si todo se mide en términos individuales, entonces ¿por qué habrían las personas de querer colaborar o cooperar? ¿Qué ganan con ello?
Ver y medir las cosas de una manera mucho más sistémica, como en una carrera de relevos donde el rol de cada corredor en cada tramo es distinto y aporta cosas distintas para un logro como equipo.
Activar nuevas formas de trabajo prioritarias y relegar otras como secundarias
Para que ello sea posible hay que activar formas de trabajo que han sido secundarias hasta ahora como son:
- El agradecimiento, la gratitud porque es una de las emociones que más exponencialmente nos conectan con los demás y con el mundo.
- El reconocimiento
- La transparencia y la coherencia de los valores con la misión o propósito del proyecto. Que los valores y competencias realmente pongan en valor los comportamientos de colaborar.
Esa coherencia debe ser genuina. No basta que la empresa establezca un propósito que parece muy guay para todos los empleados, si a lo mejor lo ven como que no tiene sentido para ellos y que más les bastaría menos pamplinas y menos horas.
- Activar estados de flujo que son los que los deportistas vienen llamando como “the zone”, que es allí donde el talento y la pasión y los retos se encuentran. Es imposible sentir estados de flujo trabajando 20 años haciendo exactamente lo mismo.
- Y potenciar el auto liderazgo con la neurociencia e inteligencia emocional y del corazón que nos han de permitir cambiar más exponencialmente hacia la colaboración.
- Aunque parece redundante comentarlo, bien vale decir que tratar la salud mental en el contexto de velocidad hipersónica de los cambios a nivel de entorno y de tecnología ya no va a ser posible hacerlo dentro de un marco estrictamente regulatorio y de organizaciones como la OMS.
- Sencillamente ya no va ser posible por ejemplo tardar 74 años en reconocer un síndrome como el del desgaste profesional (burnout) como un problema relacionado con el trabajo, que después de décadas sufriéndolo millones de personas apenas el pasado 1 de enero de 2022 entró en vigor en la última revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades
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